Identidad

19 Oct

Hace poco tuve la oportunidad de conocer un poco más acerca de los famosos pájaros Cucu (Cuculus canorus), los que reproducen en los famosos relojes de madera. Resulta que este pájaro es un asesino serial.

Luego de migrar desde África permanece en Europa por cuatro meses, tiempo en el que escoge atentamente a sus víctimas. Una de las más comunes es el Carricero, un pequeño pajarito local que anida en las plantas que crecen junto a ríos menores. Una vez listo el nido, la hembra deposita en él unos cuatro o cinco huevos, los cuales empolla por algo más de un mes. El Cucu estará atento al mínimo descuido de la madre para llegar hasta allí y devorar a  uno o dos de los huevos originales, cambiándolo por uno propio. Lo interesante de esta suplantación es que el Cucu logra imitar perfectamente las características básicas del huevo de  su víctima; peso, color y tamaño resultan idénticos para la madre sustituta, por lo que no se percata de lo sucedido y continua empollando.

Una vez nace el Cucu, aún sin plumas o sentido de la vista, se encarga de  lanzar fuera del nido a los otros huevos o polluelos que continúen en el que ahora será su hogar. El pobre Carricero sigue alimentando a este parásito aún después de dos meses y el pequeño Cucu crece triplicando el tamaño  de sus incautos padres.

La suplantación resulta sorprendente, en la medida en que  la víctima identifica como propio el huevo ajeno,  de otra forma sería imposible. Este aspecto de la identificación, que en este caso tiene más que ver con semejanza que con diferenciación o discriminación, se comprueba también en el retrato que acompaña este texto. El rostro podría ser el de cualquiera, el suyo, el mío o el de alguien que vive entre nosotros. Los retratos de identificación que se usan en este tipo de búsqueda parecieran decirnos que ese que buscan en realidad podría ser uno mismo.  El del dibujo se parece a cualquiera y a nadie y además, el testigo podría terminar describiendo el rostro que más conoce, es decir, el propio. Identificarse con un ese, diferente a sí mismo, entraña esa terrible sensación de perturbación, de extrañeza, que comprobamos cuando verificamos entre nosotros a otro, quien cohabita al tiempo que nosotros el espacio que consideramos como familiar.

La función del retrato hablado  de este asesino a quien “no le importa la edad de las mujeres” es más de advertencia que de identificación. Lo inquietante es saber que “¡ya está acá!”. La cercanía de ese otro que anda en bicicleta con saco de capucha o gorra, que es negro -y aclaran, afrodescendiente-, que mide de 1,65 a 1,75 y es delgado, no nos está posibilitando la búsqueda. Detalles como el de la cicatriz en la ceja o el método que utiliza para matar a sus víctimas, en realidad lo que hacen es engrosar la sensación de miedo que se supone debemos tener, tal vez así terminemos por verlo.   Finalmente comprobaremos  que aprendemos a identificarnos a nosotros mismos  como un “yo” a partir de la imagen en el espejo y  por qué no,  también a partir del retrato, cuando nos entendemos como  otro.

-Kristina Díaz.

Una respuesta to “Identidad”

  1. A. Daza 27 octubre, 2011 a 8:15 am #

    Quisiera tomar un curso de retrato hablado, estaré pensando en la posibilidad de que por $65.000, pudiese hacer un mix de los referentes que llevo,( archivos de rostros en mi memoria, gente que siempre veo pero que en realidad no tengo claras las lineas que dibujan su rostro, que en el caso de dibujar trataría de recordar y re dibujar). La descripción que estaría escuchando, (supongo bastante ligera). Más la carga que para éste caso lleva, el haber estudiando cánones y planos estrictos sobre COMO DIBUJAR UN RETRATO.

    Interesante!

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