Soy real, mas no logro definir mi existencia. Sigo esforzándome por entender quién es Camilo Bedón. Entiendo su corporalidad, pero no logro descifrar realmente quién o cómo es. No encuentro la manera de conectarlo con la realidad de la que en ocasiones no quiere hacer parte.
Conozco su insatisfacción con el rol masculino, su visión del mundo, por qué escogió el arte como su forma de vida; pero no logro explicar su afán por no llegar a una única definición de sí mismo, su interés en las diferentes posibilidades de definición, su ímpetu por mantenerse en un proceso de transformación. Quedando así la eterna duda de no saber nunca, de manera completa y profunda quién es él.
Él quiere despojarse de sí mismo, dejar a un lado su construcción social o familiar para no quedarse con lo que le enseñaron. Lo vi crecer, lo vi cambiar, lo vi perderse sin poderse volver a encontrar. Sufrí cuando no supo hacia donde correr, al no encontrar cómo regresar y no entender hacia donde seguir. Sentí su alegría al entender que no tenía que regresar, que no había a donde regresar, que el recorrido hacia sí mismo es extenso e interminable. Me llené de euforia al verlo liberarse de lo que siempre creyó de sí mismo y me contagié de su satisfacción al comprender que en su transformación, su identidad no era lo importante.
Ahora encuentro un Camilo Bedón diferente, con menos prejuicios. Que ve en el desconocimiento de sí mismo el camino a múltiples posibilidades de ser, un camino en el que la idea de una manera única de constituirse queda abolida.
Camilo Bedón
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