Entras en mí y te alojas como la oscuridad en la noche. Pasajero que recorre los rincones de mi piel y las entrañas de mi alma. Trazas algunas líneas que demarcan los límites, las instancias de tu permanencia. Vienes y descubres, seduces y dejas seducir, te acomodas temporalmente en la calidez de mi piel y luego con una sonrisa dices adiós. Dejas huellas, recuerdos que se vuelven fantasmas perpetuos que rondan por los pasillos de mi soledad especialmente en las noches cuando la piel te reclama aun sabiendo que sólo fuiste visitante etéreo de mis deseos.
-Fernanda Gutiérrez.
Responder